viernes, 28 de septiembre de 2007

Ex-alumnos y Eduación

Me han pedido motivar la reflexión y el diálogo de los ex alumnos que trabajan en educación. Asumo la tarea con sencillez y como un desafío personal, reconociendo que hay muchas otras personas que podrían hacerlo mucho mejor que yo. Tan sólo quisiera catalizar las reflexiones mediante un diálogo abierto sobre educación entre los ex –alumnos del Colegio San Ignacio que trabajamos en ésta área.

Hablar sobre educación no es fácil. Muchos son los aspectos que al respecto hay que considerar y variados los prismas desde donde uno puede plantear la discusión o iniciar la reflexión. Más todavía si creemos que la educación es …uno de los medios más poderosos para el desarrollo integral de la persona, la transformación de la sociedad y el anuncio del Reino...” (cfr. P. Peter Hans Kolbenbach, s.j., Los desafíos de la educación cristiana a las puertas del tercer milenio, Arequipa, 18 de Julio de 1998).

Los desafíos actuales impactan profundamente a la sociedad. La educación, como fenómeno social, no queda al margen de éste hecho. Tal como lo señala el General de la Compañía de Jesús en su alocución de Arequipa “… ignorar los retos que el nuevo contexto socio – cultural, político y económico impone a la misión, sería condenarse a no traspasar el umbral del nuevo milenio…”. Al respecto bien vale la pena preguntarnos en qué medida estamos traspasando tal umbral.

El año pasado los jóvenes nos sorprendieron. Ante nuestros ojos vimos al nuevo joven, al del siglo XXI, al que se organiza y lucha por sus derechos, al que “da vuelta” a la sociedad e impone sus temas, al que clama por el derecho de una educación de calidad, más justa y equitativa. Vimos al joven sacar la voz con fuerza, desde su propio silencio y apatía, desde su propia soledad. Vimos al joven necesitado de acompañamiento, llamando la atención, exigiéndonos que les entreguemos las herramientas y oportunidades necesarias para crecer, desarrollarse y progresar. En definitiva, vimos al joven exigir lo que nosotros responsablemente debemos entregar, como adultos, educadores y cristianos.

El tema de la educación se puso en la agenda pública y social. Se formó un gran consejo asesor, se elaboró una nueva propuesta de Ley General de Educación, desde la oposición se planteó otra, se esta proponiendo una Superintendencia de Educación, entre otros aspectos. Todo como respuesta a las demandas juveniles. Aun así, ahora después de un año tengo la impresión que nos estamos volviendo a dormir.

En mi opinión, el cambio no sólo viene impuesto por la norma o por creación de una supra estructura educativa, sino por la transformación real de las formas de educar adecuándose a los tiempos actuales.

En este contexto, creo que la escuela requiere con urgencia renovar sus modos de proceder para adecuarse a los tiempos actuales. Necesita agregar valor a su quehacer educativo, haciendo más eficiente y transparente su gestión. Necesita reconocerse como una comunidad viva que aprende y se forma, que adquiere valor y se desarrolla, que influye en un entorno más amplio y que asume la responsabilidad y el desafío de ser un espacio de aprendizaje y de esperanza para los jóvenes y para la comunidad que atiende. Asumiendo una clara identidad, conforme a su propuesta educativa, la escuela debe estar abierta a la búsqueda de la excelencia y a la formación humana de calidad.

Desde ésta perspectiva, cobra ahora mayor fuerza el llamado de los Obispos a una “renovación valiente” de la escuela, definiéndose a si misma de “manera eficaz, convincente y actual” (cfr. Congregación para la Educación Católica, “La Escuela Católica en los Umbrales del Tercer Milenio”, 28.12.1997).

Si queremos traspasar efectivamente el umbral del tercer milenio, ¿estamos dispuestos a iniciar un proceso de renovación valiente?.


Jorge Galecio

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